[La fuente principal de este post es el libro Che
Chevara. Una vida revolucionara, de Jon Lee Anderson].
Hoy se cumple un aniversario mas del nacimiento de Ernesto Che Guevara y en
España se pudo ver la última versión cinematográfica de su vida (Che, el
Argentino, película dirigida por Steven Soderbergh y protagonizada
por Benicio del Toro), así que he estado investigando un poco sobre la vida y
el pensamiento de Che Guevara.
Como toca barrer para casa, voy a centrarme en la relación que el Che tuvo
con China y con Mao. Aunque les pueda sorprender a muchos, El Che Guevara
consideraba a China un ejemplo a seguir y admiraba a Mao Zedong, con el que se
reunió en varias ocasiones. Es curioso también como Mao y el Che han seguido
caminos similares en la mercadoctenia: por unas razones o por otras, sus caras
se han convertido en una moda (incluso en arte en algunos casos) y pueblan
millones de camisetas, relojes y banderas a lo largo y ancho del planeta.
El Che y Mao, en Pekín, en 1960. Foto
La fascinación de El Che por el Maoísmo comenzó antes de que Guevara se
convirtiera en un personaje público. Leyó sus escritos años antes de embarcarse
en la aventura cubana y le fascinaban las noticias que llegaban del triunfo
comunista chino. El gigante asiático formó parte de su lista prioritaria de
países que quería visitar e incluso llamaba con frecuencia a su primera hija
“mi pequeña Mao”. Esto es lo que escribía a los pocos meses de su nacimiento:
Mi alma comunista se expande pletóricamente: ha salido igualita a Mao
Zedong. Aun ahora ya se nota la incipiente pelada del medio de la boca, los
ojos bondadosos del jefe y su protuberante papada; por ahora pesa menos que el
líder, pues apenas pasa los cinco kilos, pero con el tiempo lo igualará.
A parte de esta fascinación casi irracional, al Che y a Mao les unió su
interpretación del marxismo. En esta ideología compartida había tres puntos
fundamentales que les separaban del resto de tendencias comunistas:
1 – La revolución debe empezar en el campo. El marxismo tradicional había
pronosticado que la revolución comenzaría gracias al proletariado urbano,
especialmente en las fábricas, y que ellos serían el soporte del movimiento
marxista. Sin embargo, Mao Zedong se dio cuenta de que esa fórmula no podía
funcionar en China, donde el proletariado urbano era muy reducido y donde las
ciudades escapaban a la influencia comunista. Mao basó su victoria en los
campesinos y el Che estaba de acuerdo con esta visión, que creía se adaptaba
mejor a las circunstancias de América Latina.
2 – Trabajo voluntario y esfuerzo. Mao confiaba ciegamente en el esfuerzo
colectivo por encima de otras consideraciones racionales (en fin, ahí está el
Gran Salto Adelante) y pensaba que a través del esfuerzo colectivo se podía
llegar al desarrollo del país. El Che admiraba esta faceta de los chinos e
incorporó en Cuba el trabajo voluntario que había instaurado Mao.
Dentro de este punto, se podría incluso establecer un paralelismo entre el
fallido Gran Salto Adelante de Mao y los primeros años del Che al frente del
Ministerio de Industrias y del Banco Nacional. Los dos antepusieron la
irracionalidad política a los resultados económicos, situaron en los puestos
importantes a “rojos seguros” en lugar de a tecnócratas capaces y los dos
aspiraban a una industrialización rápida (pero imposible) que estaría basada en
el esfuerzo de las masas. Los resultados, por suerte para Cuba, no fueron tan
catastróficos (sobre todo porque al Ché no le dejaron llevar a cabo sus planes
y los países son completamente diferentes) pero el trasfondo ideológico es el
mismo.
3 – Violencia. Cada uno a su manera, los dos fueron extremistas en este
sentido. Mao Zedong convirtió la lucha de clases (muchas veces despiadada) en
uno de sus pilares ideológicos. El dirigente chino pensaba que no se podía
renunciar nunca a la lucha de clases, ya que ésta garantizaba la pureza del
comunismo. Para el Ché Guevara, la violencia era la única forma en la que los
comunistas podían (y debían) alcanzar el poder. El Ché estuvo en contra de la
participación en elecciones democráticas y apoyó económicamente (e incluso en
persona) movimientos guerrilleros en África y América Latina.
A parte de estos puntos ideológicos comunes, lo que acabó por convertir al
Che en una figura pro-china fue el conflicto que durante los años 60 enfrentó a la URSS y a China. Después de su
luna de miel durante principios de los 50, las dos grandes potencias se
enfrentaron por el liderazgo del mundo socialista. A pesar de que la línea
oficial cubana se decantó por Moscú, en numerosas ocasiones el Che criticó a
los soviéticos y elogió las políticas maoístas.
En esos tiempos de enfrentamiento ruso-chino, el Che elogiaba las políticas
llevadas a cabo por Mao Zedong, criticaba a la URSS por su política de
convivencia pacífica (que intentaba evitar una guerra nuclear) y defendía y
subvencionaba guerrillas en América Latina y África (en contra de las
intenciones rusas). En 1961 (justo al final del dramático Gran Salto Adelante),
después de verse con Mao y de cenar con Zhou Enlai, afirmó que “en general no
tenía una sola discrepancia” con Pekín. Además, los únicos técnicos chinos que
trabajaban en Cuba lo hacían en el ministerio del Ché; durante su discurso ante
las Naciones Unidas (parte fundamental en la primera parte de la película
protagonizada por Benicio del Toro) Guevara defendió el reconocimiento en la
ONU de la China comunista en lugar de la República China de Chiang Kai-shek.
Todas estas acciones le enemistaron con los dirigentes soviéticos (con los
cuales se había llevado tan bien algunos años antes) y fue en estos momentos en
los que se le empezó a conocer como el espía chino en La Habana. Este es el
otro Che, relacionado con China, el amigo de Mao.